Eran las ocho de la mañana cuando nos levantamos para preparar la mochila, nos íbamos a Cuba. Cuando enciendo el teléfono móvil veo un whatsapp de un amigo, “Fidel ha muerto”. Otro bromista, pienso. Pero llega otro whatsapp de otro amigo diferente, no se conocen entre ellos, de nuevo, “Fidel ha muerto”. Comorrrr!!!!!
Desde hacía muchos años queríamos visitar Cuba, pero siempre habíamos tenido una premisa, queríamos conocer Cuba antes de que Fidel Castro muriera. Pues bien, no lo conseguimos. Volamos al día siguiente de su muerte.
Obviamente un hecho de esta envergadura sabíamos que de alguna manera afectaría a nuestro viaje. Quizás algunos planes cambiarían, aunque, para ser sinceros, no teníamos muchos planes.
Al llegar a Cuba, la primera noticia que nos dieron fue el decreto de nueve días de luto, en los que no se podía beber alcohol ni escuchar música… Cuba sin música y sin alcohol?? Bueno, es lo que hay, no se puede hacer nada para cambiarlo.
Homenaje a Fidel Castro
Vivimos un momento histórico, y nos dimos cuenta cuando el segundo día, después de nuestra primera incursión por La Habana Vieja, nos contaron que se iba a celebrar un homenaje. El homenaje iba a ser en un lugar histórico para la Revolución, la Plaza de la Revolución y el Memorial José Martí.
Una cola de seis horas
Nos levantamos pronto, pero el ritmo cubano es lo que tiene. Hasta las 11 de la mañana no nos dirigimos hasta la plaza… Cuando llegamos miles, decenas de miles de personas hacían cola. Por algún motivo, además de ver el ambiente, nos quedamos haciendo cola.
Pudimos ver las caras de la gente presente en el homenaje, hablamos con muchos de ellos, luchamos por no perder nuestro sitio en la cola junto con otros cubanos.
Después de casi seis horas viviendo ese momentazo, y viendo que cada vez más gente se nos colaba, oleadas de batas blancas (médicos que acababan su jornada laboral), camisas marrones, los de aduanas, decidimos irnos, ese lugar parecía no ser para nosotros.
Éramos varios y la decisión parecía no estar tomada, nos sentamos, hablamos, discutimos irnos, incluso pensamos hacer un pacto, “Hemos estado dentro, que nadie diga lo contrario”.
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La tarde cayó, se iba haciendo de noche, pero por fin parece que enfilábamos hacia el memorial de José Martí. De pronto, la Plaza de La Revolución frente a nosotros, con los rostros del Che Guevara y de Camilo Cienfuegos. Al fondo el gigantesco obelisco donde se encontraban los restos de Fidel Castro, al menos eso pensábamos.
Quizás estuvimos una hora más en la cola, pero ya veíamos la luz al final del túnel, nadie se colaba, y por delante teníamos cada vez menos gente. Por detrás miles de personas aún esperaban su turno.
Estábamos ante un momento histórico, en un lugar histórico y con un personaje histórico delante.
Por fin subimos todas las escaleras que nos conducían hacia el interior. La cantidad de periodistas de todas las nacionalidades que estaban ahí, eran la muestra de la importancia de ese momento histórico, de vivirlo ahí mismo, en primera persona.
El momento que entramos dentro del Memorial fue raro, extraño, pero también emocionante. Unos militares uniformados custodiaban la foto de Fidel Castro, alrededor flores, mucha luz, y varias de sus frases más míticas. Apenas podíamos parar a ver, mirar, una larga cola por detrás exigía su turno.
Y salimos. Fuera hablamos sobre el hecho de haber vivido ese momento, ahí en directo.
Volvimos hacia el Vedado, otro barrio de La Habana, quizás en busca de un poco más de historia, en busca de un lugar impactante donde acabar el día. Finalmente, una terraza frente al Malecón en el Hotel Nacional sería la despedida de aquel día que nunca supuse que viviría en directo.
Al final, nuestros planes se vieron afectados solamente en pasar un día más de lo inicialmente pensado en La Habana. Pero por mucho que vuelva a Cuba, nunca viviremos un momento como ese.
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La localización es perfecta, pues te permite ir andando a todos los sitios. El Malecón queda a unos ocho minutos andando. El Vedado está justo cruzando la calle. A tan sólo unos veinte minutos andando estás en La Habana Vieja.
Totalmente recomendable.
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